Lección 10: Para el 7 de septiembre de 2019
DE QUÉ MODO VIVIR EL EVANGELIO
Sábado 31 de agosto
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Romanos 8:20-23; Juan 3:16, 17; Mateo 9:36; Efesios 2:8-10; 1 Juan 3:16, 17; Apocalipsis 14:6, 7.
PARA MEMORIZAR:
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efe. 2:8-10).
Desde el momento en que hablamos de los mandatos, normas o instrucciones de Dios, corremos el riesgo de pensar que de alguna manera lo que hacemos puede contribuir a nuestra salvación o granjearnos el favor de Dios. Pero la Biblia nos dice repetidamente que somos pecadores salvados por la gracia de Dios a través de Jesús y su muerte sustituta por nosotros en la cruz. ¿Cómo podríamos adicionarle algo a esto de alguna manera?
Así mismo, nuestras obras de misericordia y compasión hacia los necesitados no deberían considerarse legalistas. Al contrario, a medida que aumenta nuestra comprensión y aprecio por la salvación, el vínculo entre el amor de Dios y su preocupación por los pobres y oprimidos se transmitirá a nosotros. Lo que recibimos, lo damos. Cuando vemos cuánto nos amó Dios, también vemos cuánto ama a los demás y también nos llama a amarlos.
Domingo 1º de septiembre
“DE TAL MANERA AMÓ DIOS…”
Juan 3:16 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo…”, y la palabra griega original es kósmos, que significa “el mundo como una entidad creada y organizada” (CBA 5:907). Este versículo trata de la salvación para la humanidad, pero el plan de salvación también tiene implicaciones para toda la creación.
Lee Romanos 8:20 al 23. ¿Qué nos enseña esto acerca de las cuestiones más amplias del plan de salvación?
Por supuesto, por un lado, la salvación tiene que ver con cada uno de nosotros en nuestra relación personal con el Señor. Pero hay más. La justificación en realidad no se trata solamente de conseguir que nuestros pecados sean perdonados. En principio, a través de Jesús y el poder del Espíritu Santo, el Señor también crea la familia de Dios, que celebra su perdón y la seguridad de la salvación, entre otras cosas, siendo testigos del mundo a través de sus buenas obras.
Lee Juan 3:16 y 17. ¿Cómo contribuye el versículo 17 a una comprensión más amplia del versículo 16?
Podemos aceptar que Dios ama a otras personas además de a nosotros. Él ama a los que nosotros amamos, y nos alegramos por eso. Él también ama a quienes les tendemos la mano, y al reconocer esta verdad muchas veces nos sentimos motivados para hacerlo. Pero él también ama a aquellos con quienes nos sentimos incómodos, o incluso a quienes tememos. Dios ama a todos, en todas partes, incluso a quienes no queremos precisamente.
La creación es una de las formas en que se demuestra esto. La Biblia señala constantemente al mundo que nos rodea como evidencia de la bondad de Dios: Él “hace salir su sol sobre malos y buenos”, y “hace llover sobre justos e injustos” (Mat. 5:45). Incluso la vida misma es un regalo de Dios e, independientemente de la respuesta o actitud hacia Dios, cada persona recibe ese don.
Esta verdad, ¿cómo debería cambiar nuestra actitud hacia los demás y sus circunstancias cuando reconocemos que son seres creados y amados por Dios?
Lección 10 | Lunes 2 de septiembre
COMPASIÓN Y ARREPENTIMIENTO
Las historias entremezcladas de la salvación y del Gran Conflicto nos llaman a reconocer una verdad sobre la vida que es fundamental para nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos, y es que nosotros y nuestro mundo tenemos una condición caída y somos pecaminosos. Nuestro mundo no es hoy aquello para lo que fue creado, y aunque todavía tenemos la imagen del Dios que nos creó, somos parte de la transgresión del mundo. El pecado de nuestra vida tiene la misma naturaleza que el mal que causa tanto dolor, opresión y explotación en el mundo.
Por lo tanto, está bien que percibamos el dolor, el malestar y la tragedia del mundo y de las vidas que nos rodean. Tendríamos que ser robots para no sentir el sufrimiento de la vida aquí. Los lamentos del libro de los Salmos, las tristezas de Jeremías y los otros profetas, y las lágrimas y la compasión de Jesús demuestran lo apropiado de este tipo de respuesta al mundo y su maldad, y en particular a aquellos que a menudo se sienten afectados por ese mal.
Lee Mateo 9:36; 4:14; Lucas 19:41 y 42; y Juan 11:35. ¿Qué pasó en cada uno de estos versículos que Jesús se conmovió de compasión? ¿Cómo podemos tener un corazón que se suavice con el dolor que nos rodea?
También debemos recordar que el pecado y el mal no solo están “allá afuera”, o no solo son consecuencia de la transgresión de los demás: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” (1 Juan 1:8). En la concepción de los profetas bíblicos, el pecado era una tragedia, no mayormente porque alguien había transgredido “las reglas”, sino porque el pecado había roto la relación entre Dios y su pueblo, y también porque nuestro pecado daña a los demás. Esto puede darse en pequeña o gran escala, pero es el mismo mal.
El egoísmo, la codicia, la mezquindad, el prejuicio, la ignorancia y el descuido son la raíz de todo el mal, la injusticia, la pobreza y la opresión del mundo. Y confesar nuestro pecado es un primer paso para resolver este mal, así como también un primer paso para permitir que el amor de Dios ocupe el lugar que le corresponde en nuestro corazón: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
Mírate (pero no demasiado cerca ni por mucho tiempo). ¿En qué aspectos estás hecho pedazos y eres parte del problema mayor? ¿Cuál es la única respuesta y el único lugar para buscar ayuda?
Martes 3 de septiembre | Lección 10
LA GRACIA Y LAS BUENAS OBRAS
Resume Efesios 2:8 al 10 con tus palabras. ¿Qué nos dicen estos versículos sobre la relación entre la gracia y las buenas obras?
La Biblia nos dice que, entre otras cosas, fuimos creados para adorar a Dios y para servir a los demás. Solo en nuestra imaginación podemos tratar de entender cómo serían estas obras en un entorno sin pecado.
Por ahora, debido al pecado, solo conocemos un mundo hecho pedazos y caído. Afortunadamente para nosotros, la gracia de Dios, expresada y revelada en el sacrificio de Jesús por los pecados del mundo, abre el camino para el perdón y la sanidad. Por lo tanto, incluso en medio de esta existencia profanada, nuestra vida llega a ser más plenamente hechura de Dios, y Dios nos usa para asociarnos con él para tratar de sanar y restaurar el daño y el sufrimiento en la vida de los demás (ver Efe. 2:10). “Los que reciben deben impartir a los demás. De todas partes nos llegan pedidos de auxilio. Dios invita a los hombres a que sirvan gozosos a sus semejantes” (MC 70).
Nuevamente, no hacemos buenas obras (cuidar a los pobres, animar a los oprimidos, alimentar a los hambrientos) para obtener salvación o reputación ante Dios. En Cristo, por fe, tenemos toda la reputación que necesitamos con Dios. En cambio, nos reconocemos pecadores y víctimas del pecado y sabemos que, a pesar de esto, Dios nos ama y nos redime. Si bien aún luchamos contra las tentaciones del egocentrismo y la codicia, la abnegada y humilde gracia de Dios nos ofrece un nuevo tipo de vida y de amor que nos cambiará la vida.
Cuando contemplamos la cruz, vemos el completo sacrificio hecho por nosotros y nos damos cuenta de que no podemos agregar nada a lo que este nos ofrece en Cristo. Pero esto no significa que no debemos hacer nada en respuesta a lo que se nos ha dado en Cristo. Al contrario, debemos responder, y ¿qué mejor manera de responder al amor recibido que mostrando amor por los demás?
Lee 1 Juan 3:16 y 17. ¿Cuán poderosamente captan estos versículos lo que debería ser nuestra respuesta a la Cruz?
Lección 10 | Miércoles 4 de septiembre
NUESTRA HUMANIDAD COMÚN
En su ministerio y sus enseñanzas, Jesús instó a una inclusión radical. A todos los que procuraban su atención con motivos honestos, ya fueran mujeres con mala reputación, recaudadores de impuestos, leprosos, samaritanos, centuriones romanos, líderes religiosos o niños, él los recibía con auténtica calidez y solicitud. Esto incluía el ofrecimiento del don de la salvación, tal como la iglesia primitiva lo descubriría de distintos modos transformadores.
Cuando los primeros creyentes reconocieron lentamente el carácter inclusivo del evangelio, no estaban simplemente añadiendo a su fe buenas obras por los demás como un “buen gesto”. Era fundamental para su comprensión del evangelio, tal como lo habían experimentado en la vida, el ministerio y la muerte de Jesús. Mientras enfrentaban los problemas y las cuestiones que surgían, primero individualmente para líderes como Pablo y Pedro (ver, p. ej., Hech. 10:9-20), y luego como cuerpo eclesiástico en el concilio de Jerusalén (ver Hech. 15), comenzaron a advertir el cambio dramático que estas buenas nuevas habían generado en su conocimiento del amor y la inclusión de Dios y en cómo ponerlo en práctica en la vida de quienes profesan seguirlo.
¿Qué nos enseña cada uno de los siguientes textos sobre nuestra humanidad común? ¿Cómo debería influir cada idea en nuestra actitud hacia los demás?
Malaquías 2:10
Hechos 17:26
Romanos 3:23
Gálatas 3:28
Gálatas 3:28 es un resumen teológico de la historia práctica que Jesús contó sobre el buen samaritano. En lugar de discutir sobre a quién estamos obligados a servir, simplemente vayamos y sirvamos, y quizá incluso debemos estar preparados para que nos sirvan quienes tal vez no esperamos. El elemento común de la familia humana mundial se concreta en un nivel más elevado en la familia común de quienes están unidos por el evangelio, por el amor salvífico de Dios que nos llama a la unidad en Él: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Cor. 12:13).
Jueves 5 de septiembre | Lección 10
EL EVANGELIO ETERNO
La invitación evangélica y el llamado transformador “a toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Apoc. 14:6) se han mantenido a lo largo de toda la historia cristiana. Sin embargo, Apocalipsis describe una proclamación renovada de este mensaje en el tiempo del fin: las buenas nuevas sobre Jesús y todo lo que eso conlleva.
Lee Apocalipsis 14:6 y 7. ¿De qué manera la visión común del evangelio, que se resume más comúnmente en Juan 3:16, está incluida en el mensaje específico del ángel en el versículo 7?
Apocalipsis 14:7 reúne tres elementos clave que ya hemos señalado en este estudio de la preocupación de Dios por el mal, la pobreza y la opresión a lo largo de la historia bíblica:
Juicio. El llamado a juicio (para que se haga justicia) ha sido un llamado repetido por quienes han sido oprimidos a lo largo de la historia. Afortunadamente, la Biblia presenta a Dios como el que escucha el clamor de los que están en peligro. Como se expresa a menudo en los Salmos, por ejemplo, aquellos que son tratados injustamente consideran que el juicio es una buena noticia.
Adoración. Los escritos de los profetas hebreos a menudo vinculan los temas de la adoración y las buenas obras, especialmente cuando se compara la adoración de quienes afirmaban ser el pueblo de Dios con los errores que cometieron y perpetuaron. En Isaías 58, por ejemplo, Dios declaró explícitamente que la adoración que él más deseaba era actos de bondad y el cuidado de los pobres y necesitados (ver Isa. 58:6, 7).
Creación. Como hemos visto, uno de los elementos fundamentales del llamado de Dios a la justicia es la familia común de la humanidad, que todos somos creados a su imagen y amados por él, que todos tenemos valor ante sus ojos y que nadie debe ser explotado ni oprimido por la ganancia injusta ni la codicia de los demás. Resulta claro que esta proclamación del evangelio de los últimos tiempos es una exhortación amplia y profunda a aceptar el rescate, la redención y la restauración que Dios quiere para la humanidad caída. Por lo tanto, incluso en medio de las cuestiones relacionadas con la adoración verdadera y falsa y la persecución (ver Apoc. 14:8-12), Dios tendrá un pueblo que defenderá lo que es justo, los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, incluso en medio del peor de los males.
¿Cómo encontrar formas de servir a los necesitados y, al mismo tiempo, compartir con ellos la esperanza y la advertencia que se encuentran en el mensaje de los tres ángeles?
Lección 10 | Viernes 6 de septiembre
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR
Lee “Dios con nosotros”, en El Deseado de todas las gentes, pp. 11-18; y “Salvados para servir”, en El ministerio de curación, pp. 64-74.
“Dios reclama toda la Tierra como su viña. Aunque ahora esté en manos del usurpador, pertenece a Dios. Es suya tanto por redención como por creación. Cristo hizo su sacrificio por el mundo: ‘De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito’ (Juan 3:16). Es mediante este don único que se imparten todos los demás dones a los hombres. Diariamente el mundo entero recibe las bendiciones de Dios. Cada gota de lluvia y cada rayo de luz prodigados sobre nuestra raza ingrata, cada hoja, flor y fruto, testifican de la longanimidad y el gran amor de Dios” (PVGM 243).
“Cualquiera sea la diferencia en creencia religiosa, el llamado de la humanidad doliente debe ser oído y respondido. […]
“En nuestro derredor hay pobres almas probadas que necesitan palabras de simpatía y acciones serviciales. Hay viudas que necesitan simpatía y asistencia. Hay huérfanos a quienes Cristo ha encargado a sus servidores que los reciban como una custodia de Dios. Demasiado a menudo se los pasa por alto con negligencia. Pueden ser andrajosos, toscos y aparentemente sin atractivo alguno; pero son propiedad de Dios. Han sido comprados con precio, y a su vista son tan preciosos como nosotros. Son miembros de la gran familia de Dios, y los cristianos, como mayordomos suyos, son responsables por ellos” (PVGM 318, 319).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Al procurar hacer buenas obras y ayudar a los demás, ¿cómo podemos resistir la tentación de pensar que esto de alguna manera nos hace mejores y nos aporta méritos que Dios debería reconocer?
2. Tu iglesia, ¿es una comunidad en la que “no hay diferencia” (Rom. 10:12), donde todos son uno en Cristo? ¿Cuán inclusiva es tu iglesia? ¿Cómo podría mejorar en ese sentido?
3. ¿Cómo podemos encontrar el equilibrio adecuado para hacer el bien a los necesitados, por la única razón de que ellos lo necesitan y nosotros podemos ayudarlos, mientras que al mismo tiempo nos acercamos a ellos con las verdades del evangelio? ¿Cómo podemos aprender a hacer ambas cosas y por qué siempre es mejor hacer ambas cosas?
Resumen: El amor de Dios, según se expresa en el plan de salvación y se revela en la vida y el sacrificio de Jesús, nos ofrece perdón, vida y esperanza. Como receptores de esta gracia, buscamos compartir esto con los demás, no para obtener la salvación, sino porque para ello hemos sido creados y recreados. Como tal, el evangelio transforma las relaciones y nos impulsa a servir, especialmente a los más necesitados.