Lección 5: Para el 3 de agosto de 2019
EL CLAMOR DE LOS PROFETAS
Sábado 27 de julio
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 1 Samuel 8:10-18; Amós 5:10-15; Miqueas 6:8; Génesis 19:1-13; Ezequiel 16:49; Isaías 1:15-23.
PARA MEMORIZAR:
“Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miq. 6:8).
L os profetas del Antiguo Testamento se encuentran entre los personajes más interesantes de la Biblia. Sus voces estridentes, sus mensajes audaces, su sentido del pesar, la ira y la indignación y, ocasionalmente, sus mensajes actuados, lograron que no pudieran ser ignorados.
El pueblo y sus dirigentes eran fácilmente arrastrados por los ídolos y el estilo de vida de las naciones circundantes. La ingrata tarea de los profetas era instarlos a arrepentirse, recordándoles el amor y el favor de Dios por ellos y, en ocasiones, advirtiéndoles de las consecuencias de seguir alejándose de Dios.
Como veremos, entre los pecados y los males de los que fueron advertidos los líderes y al pueblo, uno de los más grandes era la opresión de los pobres, los necesitados y los indefensos entre ellos. Sí, adorar ídolos era malo; sí, seguir falsas prácticas religiosas era malo; pero aprovecharse de los débiles y los pobres también era condenable.
Lección 5 | Domingo 28 de julio
EL RECLAMO RECURRENTE DE JUSTICIA
A pesar del plan divino claramente detallado para la nación israelita, el pueblo israelita rara vez estuvo a la altura de su llamado. No muchas generaciones después de establecerse en la tierra, le pidieron a Samuel, el profeta y juez, que designara un rey para dirigir a su nación, “como tienen todas las naciones” (1 Sam. 8:5).
Lee 1 Samuel 8:10 al 18. ¿Cuál fue la advertencia de Samuel al pueblo en respuesta a su pedido de un rey?
Samuel reconoció que este era un paso importante para ser como las otras naciones en otros sentidos también. Si bien Samuel procuró aconsejar al primer rey, Saúl, no pasó mucho tiempo antes de que su profecía comenzara a hacerse realidad. Incluso en el apogeo del reino israelita, David y Salomón no escaparon de las tentaciones, la corrupción y los excesos de poder.
A lo largo de los reinados de los reyes de Israel y Judá, una de las respuestas de Dios fue enviar profetas para que dieran a conocer su voluntad y recordarles a los dirigentes y al pueblo israelita sus responsabilidades de origen divino para con los miembros olvidados de su sociedad.
En los escritos de los profetas hebreos, vemos un llamado continuo y recurrente a vivir justamente y a hacer justicia en la sociedad. Al confrontar la infidelidad de Israel y sus líderes, los profetas eran una voz habitual y urgente para los que no tienen voz, especialmente aquellos que padecían porque Israel no hacía la voluntad de Dios.
Al reflexionar sobre la pasión de los profetas del Antiguo Testamento, Abraham Joshua Heschel contrasta nuestra complacencia con sus urgentes llamados de justicia: “Las cosas que horrorizaron a los profetas ocurren a diario incluso en la actualidad en todo el mundo. […] Su intensa impaciencia frente a la injusticia nos puede sonar a histeria. Nosotros mismos continuamente presenciamos actos de injusticia, manifestaciones de hipocresía, falsedad, indignación, miseria, pero rara vez nos indignamos o albergamos demasiadas esperanzas. Para los profetas, incluso una injusticia menor asume proporciones cósmicas” (The Prophets [Los profetas], pp. 3, 4).
Lo que estos profetas nos ofrecen es una vislumbre del corazón y la mente de Dios. Al hablar en nombre de Dios, pueden ayudarnos a ver la injusticia y el sufrimiento de nuestro mundo a través de los ojos llenos de lágrimas de Dios. Pero esta pasión también es un llamado a la acción, a trabajar con Dios para aliviar y remediar la opresión y el dolor de quienes nos rodean. ¿De qué manera a veces tratamos de ser como “todas las naciones” en aspectos que podrían ser perjudiciales para nosotros y para los demás?
Lunes 29 de julio | Lección 5
AMÓS
“Yo no soy profeta ni hijo de profeta, sino que cuido ovejas y cultivo higueras. Pero el Señor me sacó de detrás del rebaño y me dijo: ‘Ve y profetiza a mi pueblo Israel’ ” (Amós 7:14, 15. NVI).
Amós fue muy franco al admitir su falta de cualidades para ser un profeta, pero al presentar su mensaje a la nación israelita muestra una capacidad obvia para atraer a sus oyentes a lo que él quiere decirles.
Comienza con un comentario popular, enumerando las naciones circundantes (Siria, Filistea, Fenicia, Edom, Amón y Moab) y detalla sus delitos, atropellos y atrocidades por los que Dios los castigará (ver Amós 1:3-2:3). Es fácil imaginarnos a los israelitas aplaudiendo estas acusaciones a sus enemigos, en particular porque muchas de las transgresiones de estas naciones fueron dirigidas contra los propios israelitas.
Luego, Amós se acerca un poco más, al declarar el juicio de Dios contra el pueblo de Judá, los vecinos del sur de Israel en los reinos ahora separados. Hablando en nombre de Dios, Amós cita su rechazo de Dios, su desobediencia a sus mandamientos y los castigos que vendrían sobre ellos (ver Amós 2:4, 5). Nuevamente, podemos imaginar al pueblo del reino del norte aplaudiendo mientras Amós señala la maldad de quienes los rodean.
Pero entonces Amós se dirige a su audiencia. El resto del libro se centra en el mal, la idolatría, la injusticia y los repetidos fracasos de Israel ante los ojos de Dios.
Lee Amós 3:9 al 11; 4:1 y 2; 5:10 al 15; y 8:4 al 6. ¿Contra qué pecados nos advierte?
Si bien Amós no es diplomático en su lenguaje y da amonestaciones de condenación, su mensaje está sazonado con súplicas para que vuelvan a su Dios. Esto incluye una renovación del sentido de justicia y el cuidado de los pobres entre ellos: “Pero corra el juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo” (Amós 5:24). Los últimos versículos de la profecía de Amós apuntan a una futura restauración para el pueblo de Dios (ver Amós 9:11-15): “En la hora de su más profunda apostasía y mayor necesidad, Dios les dirigió un mensaje de perdón y esperanza” (PR 212).
¿Hay ocasiones en que debemos estar preparados para hablar con dureza para corregir el error? ¿Cómo discernir cuándo es apropiado ese lenguaje?
Lección 5 | Martes 30 de julio
MIQUEAS
“Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miq. 6:8). ¿De qué manera puedes hacer realidad estas palabras en este momento?
Miqueas 6:8 quizá sea uno de los textos más conocidos de las Escrituras. Sin embargo, como muchos de los versículos que convertimos en lemas o eslóganes, probablemente estemos menos familiarizados con el contexto del versículo de lo que imaginamos.
Lee Miqueas 2:8 al 11 y 3:8 al 12. ¿Qué hacían las personas que Miqueas condenó?
Con el reinado de Acaz como rey de Judá, el pueblo de Dios bajó un escalón más en la historia y la espiritualidad de su nación. La idolatría y sus diversas prácticas nefastas aumentaban. Al mismo tiempo, como también señalaron otros profetas de la época, los pobres seguían siendo explotados y atacados.
Miqueas, al igual que sus colegas contemporáneos, es un profeta de condenación. Los primeros tres capítulos casi en su totalidad expresan la ira y el dolor de Dios por el mal que su pueblo había cometido, así como la destrucción que se avecinaba.
Pero Dios no había abandonado a su pueblo. Hasta las voces estridentes y los duros mensajes de los profetas eran una indicación del constante interés de Dios por su pueblo. Les dio advertencias a causa de su amor y cuidado por ellos. Anhelaba perdonarlos y restaurarlos. Su enojo no duraría para siempre (ver Miq. 7:18-20).
Ese es el contexto de la conocida “fórmula”: hacer justicia, amar misericordia, y humillarnos ante Dios. Puede sonar sencillo, pero vivir esa fe en forma práctica es mucho más difícil, especialmente cuando hacerlo parece no estar en sintonía con la sociedad que nos rodea. Cuando los demás se benefician de la injusticia, se burlan de la misericordia y se manejan con orgullo, hacer justicia, amar misericordia, y humillarse ante Dios requieren coraje y perseverancia. Sin embargo, no hacemos esto solos; cuando actuamos de esta manera, andamos con nuestro Dios.
¿Cuál es la conexión entre hacer justicia, amar misericordia, y humillarnos ante Dios?
Miércoles 31 de julio | Lección 5
EZEQUIEL
Si le preguntáramos a un grupo de cristianos sobre los “pecados de Sodoma”, es probable que muchos se pongan a enumerar diversos pecados sexuales y otras formas de depravación. Después de todo, Génesis 19:1 al 13 describe a una sociedad enferma y perversa más que propicia para la destrucción.
Sin embargo, curiosamente, la respuesta es más complicada que eso. Considera la descripción de Ezequiel: “He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso” (Eze. 16:49). Aunque evidentemente el Señor no iba a pasar por alto las otras formas de depravación que se encontraban en la ciudad, el énfasis de Ezequiel era la injusticia económica y la falta de atención a los necesitados.
¿Podría ser que, a la vista de Dios, estos pecados económicos fueran tan malos como los sexuales?
Las primeras profecías de Ezequiel, posteriores a época de Amós, Miqueas e Isaías, dan una nota similar de advertencia sobre la destrucción venidera. Sin embargo, después de que Jerusalén cae en manos de los babilonios y de que su pueblo es llevado cautivo, el enfoque de Ezequiel cambia más plenamente a las promesas divinas de restauración.
Lee Ezequiel 34:2 al 4, y 7 al 16. Compara la evaluación que hace Dios de los líderes corruptos de Israel en comparación con su propia tarea como Pastor. El trato que ellos le dan a la “oveja” más débil, ¿cómo contrasta con los métodos de Dios?
A pesar de ser tan malos que se los compara con Sodoma, el Señor todavía se acercaba a ellos con la esperanza de alejarlos de su maldad. En el plan renovado de Dios para su pueblo, ellos volverían a su tierra, Jerusalén sería restaurada y el Templo sería reconstruido. Nuevamente volverían a celebrar las fiestas que Dios les dio y la tierra se volvería a dividir en partes iguales entre el pueblo como herencia (ver Eze. 47:13-48:29). Parece obvio que la intención de Dios era que el plan que tenía para su pueblo, que primero fue dado a Moisés y al pueblo de Israel después de su rescate de Egipto, se reanudaría con el regreso de su pueblo del cautiverio. Esto incluía la preocupación por los miembros más débiles de la sociedad, como también por quienes podrían considerarse forasteros.
¿Cuán importante es para ti que nuestro Dios sea un Dios que ofrece segundas oportunidades incluso a su pueblo que se equivocó después de haber tenido la oportunidad de tomar mejores decisiones?
Lección 5 | Jueves 1º de agosto
ISAÍAS
Lee Isaías 1:15 al 23; 3:13 al 15; y 5:7 y 8. ¿Cómo describirías la respuesta del profeta a lo que observa en la sociedad que lo rodea?
El sermón inicial de Isaías (los primeros cinco capítulos) es una mezcla de críticas mordaces por la clase de sociedad en la que se había convertido el pueblo de Dios, advertencias de un juicio inminente en respuesta a su rechazo de Dios y sus continuas irregularidades, y ofrecimientos de esperanza si el pueblo se volvía a Dios y reformaba su vida y la sociedad. Pero quizá la emoción más fuerte que nos llega a través de sus palabras es una sensación de dolor. Basado en su comprensión de quién es Dios y lo que quiere para su pueblo, el profeta se lamenta por lo que se perdió, por las innumerables personas olvidadas que sufren y por el juicio que vendrá sobre la nación.
Isaías continúa este patrón a través de su ministerio profético. Él insta al pueblo a recordar lo que Dios ha hecho por él. También les ofrece la esperanza de lo que Dios quiere hacer por ellos en el futuro. Por lo tanto, deben buscar al Señor ahora, ya que esta relación renovada con él incluirá arrepentirse de su maldad actual y cambiar la forma en su trato con los demás.
En los capítulos 58 y 59, Isaías retoma específicamente la preocupación por la justicia. Vuelve a describir una sociedad en la que “el derecho se retiró, y la justicia se puso lejos; porque la verdad tropezó en la plaza, y la equidad no pudo venir” (Isa. 59:14). Pero también afirma que Dios es consciente de ello y que rescatará a su pueblo, “vendrá el Redentor” (Isa. 59:20).
A lo largo del libro de Isaías, una parte importante de la atención del profeta se centra en proclamar al Mesías venidero que finalmente restablecerá el reinado de Dios en la Tierra y traerá justicia, misericordia, sanidad y restauración con él.
Lee Isaías 9:6 y 7; 11:1 al 5; 42:1 al 7; y 53:4 al 6. ¿Cómo concuerdan estas profecías con lo que entiendes de la vida, el ministerio y la muerte de Jesús? ¿Qué sugieren estas profecías sobre el propósito de su venida a este mundo?
Viernes 2 de agosto | Lección 5
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR
Lee “El cautiverio asirio” y “El llamamiento de Isaías”, en Profetas y reyes, pp. 209-218; 225-230.
“Los profetas alzaron la voz contra la intensa opresión, la flagrante injusticia, el lujo y el despilfarro desmedidos, los desvergonzados banquetes y borracheras, la licencia y las orgías de su época; pero vanas fueron sus protestas, vana su denuncia del pecado” (PR 211).
Para Isaías, “la perspectiva era particularmente desalentadora en lo que se refería a las condiciones sociales del pueblo. Había hombres que, en su deseo de ganancias, iban añadiendo una casa a otra, y un campo a otro. […] La justicia se pervertía; y no se manifestaba compasión alguna hacia los pobres. […] Hasta los magistrados, cuyo deber era proteger a los indefensos, hacían oídos sordos a los clamores de los pobres y menesterosos, de las viudas y los huérfanos. […]
“Frente a tales condiciones, no sorprende que cuando Isaías fue llamado, durante el último año del reinado de Uzías, para que comunicase a Judá los mensajes de amonestación y reprensión que Dios le mandaba, haya querido rehuir la responsabilidad. Sabía muy bien que encontraría una resistencia obstinada” (PR 227, 228).
“Estas claras expresiones de los profetas y del Maestro mismo deben ser recibidas como voz del Cielo para toda alma. No debemos desperdiciar oportunidad alguna de cumplir actos de misericordia, de tierna prevención y cortesía cristiana en favor de los cargados y oprimidos” (PR 242).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. A menudo entendemos que la función de la profecía es predecir el futuro. ¿De qué manera reconocer el enfoque de los profetas del Antiguo Testamento en el mundo en el que vivieron cambia tu percepción del papel de un profeta?
2. La vida y el mensaje de los profetas demuestran lo difícil y peligroso que puede ser defender la verdad. ¿Por qué crees que hicieron lo que hicieron y hablaron de ese modo?
3. En los escritos de los profetas, Dios parece alternar entre el enojo y una profunda preocupación por su pueblo. ¿Cómo encajan estos dos aspectos del carácter de Dios?
Resumen: Los profetas del Antiguo Testamento eran defensores apasionados del camino y la voluntad de Dios para su pueblo y, a menudo, se enojaban y se molestaban. Esta pasión, que reflejaba la preocupación expresada por Dios mismo, incluía un fuerte énfasis en la justicia a favor de los pobres y oprimidos. Los llamados de los profetas a volver a Dios incluían poner fin a la injusticia, algo que Dios también prometió hacer en sus visiones para un futuro mejor para su pueblo.