AMAR MISERICORDIA  Esp l12

Lección 12: Para el 21 de septiembre de 2019

 AMAR MISERICORDIA

 Sábado 14 de septiembre 
 LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Mateo 6:25-33; Santiago 1:5-8; 2:15, 16; Isaías 52:7; 1 Juan 3:16-18; Isaías 58:1-10.
 PARA MEMORIZAR:
 “Resplandeció en las tinieblas luz a los rectos; es clemente, misericordioso y justo. El hombre de bien tiene misericordia, y presta; gobierna sus asuntos con juicio” (Sal. 11:4, 5).
 Como hemos visto, la Biblia está llena de fervorosas descripciones del interés de Dios por los pobres y oprimidos, y también de llamados a su pueblo a trabajar en favor de ellos. A pesar de la atención que se le da a estos temas, este mandato bíblico solo ha tenido un cumplimiento esporádico y parcial, y se completará solo con la venida de Cristo y los acontecimientos sobrenaturales que le siguen.
 Mientras tanto, el mal persiste en muchas formas, alimentado por las oscuras influencias espirituales del diablo y sus ángeles. Este mal a menudo se hace más visible en la pobreza, la violencia, la opresión, la esclavitud, la explotación, el egoísmo y la codicia. En un mundo así, nuestra comunidad, nuestra iglesia y nuestra familia deben luchar contra estos males sin importar lo difícil que sea a veces. En respuesta al amor y los mandamientos de Dios, viviendo a la luz del ministerio y el sacrificio de Jesús, y capacitados y guiados por la presencia del Espíritu Santo, debemos ser compasivos, creativos y valientes mientras tratamos de “hacer justicia, y amar misericordia, y humillar[nos] ante [nuestro] Dios” (Miq. 6:8).

 Domingo 15 de septiembre | Lección 12

 LAS PRIORIDADES DEL REINO

 Como dejaron en claro las enseñanzas de Jesús y los autores del Nuevo Testamento, quienes deciden vivir como miembros del Reino de Dios lo hacen con un conjunto de valores y prioridades diferentes de los del mundo.
 Lee Mateo 6:25 al 33. ¿Cuál es la seguridad que se nos da en estos versículos y cómo debería impactar esta seguridad en nuestras prioridades?
 Jesús enseñó que “la vida [es] más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido” (Mat. 6:25). Estas cosas son importantes, por supuesto, pero debemos verlas a la luz del Reino de Dios; lo que significa que debemos volver a priorizar nuestra vida en forma real y práctica. Cuando reconocemos en toda la Biblia el llamado a enaltecer y cuidar a los demás, este llamado también se convierte en una de nuestras prioridades para los que procuramos seguir los pasos de Jesús. Lo ideal es que este llamado nos ayude a enfocarnos menos en nosotros mismos y más en los demás.
 Este conjunto de prioridades diferentes también cambia nuestra relación con los que ejercen poder sobre nosotros y sobre los oprimidos. Si bien la Biblia instruye a los cristianos a respetar y obedecer a sus gobernantes en la medida de lo posible (ver, p. ej., Rom. 13:1-7), también llega un punto en el que necesitamos hacernos eco de las palabras de Pedro: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hech. 5:29). Jesús equilibró estos dos principios en su respuesta a los que intentaron engañarlo con esta pregunta: “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mat. 22:21).
 Quienes están en el poder, ya sean gobernantes o de otra índole, a menudo imponen ese poder y lo conservan mediante amenazas o por la fuerza. Como hemos visto en la vida de Jesús, vivir fielmente no siempre requiere pasividad ante el mal en cada situación. Por ejemplo, al tratar con la esclavitud en los Estados Unidos, Elena de White escribió: “Cuando las leyes de los hombres entran en conflicto con la Palabra y la Ley de Dios, hemos de obedecer a estas últimas, cualesquiera que sean las consecuencias. No hemos de obedecer la ley de nuestro país que exige la entrega de un esclavo a su amo; y debemos soportar las consecuencias de su violación. El esclavo no es propiedad de hombre alguno. Dios es su legítimo dueño, y el hombre no tiene derecho de apoderarse de la obra de Dios y llamarla suya” (TI 1:185).
 ¿Dónde está la línea entre obedecer a las autoridades y defender a quienes podrían ser víctimas de una autoridad opresiva?

 Lección 12 | Lunes 16 de septiembre

 FATIGA POR COMPASIÓN

 Al resistirnos a la posibilidad de permitir que nuestras buenas intenciones se vean desbordadas por “todos los problemas del mundo”, a muchos nos gustaría hacer más para marcar la diferencia en la vida de los que sufren. Existen varias actitudes y actividades que pueden ayudarnos a dar respuestas positivas a los necesitados.
 Compasión: Como hemos visto, el primer paso hacia la acción es reconocer y empatizar con el dolor de los que sufren. Necesitamos fomentar y conservar nuestra sensibilidad por el sufrimiento. En la actualidad, la gente habla de “fatiga por compasión” o “desgaste por empatía”: la idea de que estamos tan expuestos al dolor y la tragedia que muchos nos cansamos de las tantas causas que requieren nuestra energía emocional y apoyo financiero. Jesús era muy consciente del mal y el dolor que lo rodeaba; sin embargo, siguió siendo compasivo. Así también nosotros.
 Educación: Debido a que muchas situaciones de injusticia y pobreza son complicadas, es importante escuchar y aprender lo que podamos sobre estas situaciones. Ha habido muchos ejemplos de gente bien intencionada que ha causado daños en la vida de los demás al tratar de ayudar. Si bien esto no es una excusa para la inacción, debemos tratar de involucrarnos de manera informada y reflexiva.
 Oración: Cuando vemos un problema, nuestro primer pensamiento es tomar medidas “prácticas”. Pero la Biblia nos recuerda que la oración es práctica. Podemos marcar la diferencia en la vida de los pobres y oprimidos al orar por ellos y por quienes ejercen poder sobre ellos (ver 1 Tim. 2:1, 2), así como pedir consejo a Dios sobre cómo podemos buscar mejores respuestas para ofrecer ayuda (ver Prov. 2:7, 8).
 Expectativas: Otro elemento importante en la obra de aliviar el sufrimiento es tener expectativas adecuadas, dada la complejidad de las circunstancias sociales, políticas y personales. Nuestro deseo debiera ser ofrecer opciones y oportunidades que de otra manera la gente no habría tenido. A veces, lo que la gente haga con estas oportunidades nos decepcionará, pero debemos respetar esas decisiones.
 Más allá de la forma en que intentemos trabajar a favor de los que sufren, nuestro principio rector debe ser: “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (Mat. 7:12).
 Lee Santiago 1:5 al 8. ¿Qué papel debe desempeñar la oración en la acción cristiana? ¿Qué sugiere Santiago 2:15 y 16 acerca de cómo podemos contribuir para que nuestras oraciones por los demás sean respondidas?

 Martes 17 de septiembre | Lección 12

 GENEROSIDAD

 “Dios ama al dador alegre” (2 Cor. 9:7), y dar con generosidad es un aspecto importante de la vida cristiana. Si bien debemos permitir que la Biblia desafíe nuestras prioridades financieras y de donativos, la generosidad es más que solo poner dinero para una causa, por más honrosa que sea.
 La generosidad es una de las mayores actitudes de la vida y una cualidad clave de “los que temen a Jehová” (Sal. 115:13), como se señaló varias veces en el Salmo 112: “Bien le va al que presta con generosidad, y maneja sus negocios con justicia” (Sal. 112:5, NVI).
 ¿Qué enseñan los siguientes textos sobre la generosidad hacia los necesitados? Levítico 25:35-37; Salmo 119:36; 2 Corintios 8:12-15; 1 Juan 3:16-18; 1 Timoteo 6:17-19.
 En sus cartas del Nuevo Testamento, Pablo citaba regularmente la generosidad de Dios (expresada más plenamente cuando Jesús dio su vida por nosotros) como la fuente de la esperanza cristiana. A su vez, la muerte de Jesús en nuestro favor también es nuestra motivación para vivir siendo generosos con los demás: “Pido a Dios que el compañerismo que brota de tu fe sea eficaz para la causa de Cristo mediante el reconocimiento de todo lo bueno que compartimos” (File. 1:6, NVI).
 La generosidad es una actitud hacia la vida, que es amplia, audaz y abarcadora. Demasiadas cosas en nuestra vida individual, en la sociedad y la cultura nos impulsan a centrarnos en nosotros mismos. Y, seamos realistas: para la mayoría, el modo predeterminado es siempre yo, yo, yo.
 Si es auténtica, nuestra fe hará que muramos al yo y que vivamos más para los demás. Nuestra fe nos ayuda a imaginar el mundo y su gente como Dios los ve, tanto en su bondad como en su pecaminosidad, y nos impulsa a tratar de ayudar a los necesitados, en la medida de lo posible.
 Como cualidad, la generosidad es realmente apreciada por los recaudadores de fondos y las organizaciones benéficas. Esa generosidad es cuantificable y directamente práctica. Pero las donaciones cuantiosas no necesariamente indican una vida generosa (ver Mar. 12:41-44). Una vida generosa es más grande y más valiosa que cualquier donación. Necesitamos apreciar mejor y cultivar más un espíritu generoso en todo lo que hacemos. Para la mayoría, la generosidad no es algo natural; necesitamos expresar gracia en nuestra vida en forma preactiva y deliberada, sin importar la influencia de nuestra humanidad pecadora y egoísta.
 Además de dar dinero, incluso con generosidad, ¿de qué otras formas debemos manifestar un espíritu generoso?

 Lección 12 | Miércoles 18 de septiembre

 TRABAJAR POR LA PAZ

 Lee Mateo 5:9. En la clase de mundo en el que vivimos, ¿cómo hacer lo que Jesús dice aquí? En última instancia, ¿cuánto éxito podemos tener? Ver Marcos 13:7.
 Los conflictos violentos son una causa importante de sufrimiento. Los costos de la guerra incluyen las víctimas directas y las vidas destrozadas, la atención y los recursos que se destinan a la maquinaria militar que mejor sería destinarlos para aliviar otras necesidades humanas y el sufrimiento constante de los sobrevivientes y veteranos de guerra, inclusive entre los “vencedores”. Hay muchos conflictos más pequeños que dejan cicatrices en un sinnúmero de vidas en las familias y las comunidades. Por consiguiente, la pasión por la justicia no puede ignorar el mandato de ser pacificadores.
 En la esencia del evangelio encontramos el gran acto divino de pacificación para reconciliar a la humanidad pecaminosa con su Creador (ver 2 Cor. 5:18-21). Y la reconciliación que recibimos se convierte en la pauta para que nosotros también seamos “embajadores” de esta reconciliación para los demás.
 Isaías 52:7. ¿Cómo ponemos en práctica este texto también?
 El evangelio de la paz también se convierte en la motivación, la pauta y el recurso para trabajar por la paz en nuestro mundo violento: “El corazón que está en armonía con Dios es participante de la paz del cielo y esparcirá a todo su alrededor su influencia bendita. El espíritu de paz se asentará como rocío sobre los corazones cansados y atribulados por las luchas de este mundo” (DMJ 27).
 En el Sermón del Monte, Jesús dijo: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mat. 5:9). No solo ratificó el mandamiento de no matar, sino además dijo que no debemos enojarnos ni guardar rencor (ver Mat. 5:21-26) y que debemos amar a nuestros enemigos y orar por quienes nos persiguen (ver Mat. 5:43-48), lo que significa que debemos trabajar activamente para buscar el bien de ellos. Hay muchas historias inspiradoras de gente que ha dedicado su vida a trabajar por la paz en lugares conflictivos del mundo, brindando señales de reconciliación y curación, y a menudo aliviando gran parte de la injusticia y el sufrimiento que estos conflictos han causado.
 ¿Cuáles son las formas en que tu iglesia, a nivel local, podría actuar como pacificadora?

 Jueves 19 de septiembre | Lección 12

 UNA VOZ PARA LOS QUE NO TIENEN VOZ

 Salomón escribió que hay “tiempo de callar, y tiempo de hablar” (Ecl. 3:7). Tenía razón, y encontrar ese equilibrio no es sencillo para nadie. Sin embargo, en lo que respecta a hablar por los oprimidos, a ser una voz para los que no tienen voz y procurar vencer el mal con el bien, ¿es posible que como iglesia hayamos pecado por exceso de silencio cuando deberíamos haber hecho oír nuestra voz?
 Los cristianos a menudo dicen que son las manos y los pies de Jesús, refiriéndose al llamado a servir en forma práctica a los demás como Jesús ordena. Pero en el papel profético, según lo demuestra la Biblia, el primer llamado de Dios es a que los hombres y las mujeres sean su voz y que, al hablar en nombre de Dios, también se pronuncien a favor de aquellos que Dios quiere defender (ver Sal. 146:6-10).
 Lee Isaías 58:1 al 10. ¿Qué debiera decirnos hoy este mensaje (dado en un momento, lugar y contexto específicos) en otro momento, lugar y contexto? ¿Cuánto ha cambiado realmente entre la época en que Isaías escribió esto y nuestro mundo hoy?
 El llamado de los profetas a la justicia nunca fue un camino que los condujo a la popularidad. Pero motivados por el cometido que Dios les encargó, al comprender la pasión de Dios por la justicia, al simpatizar con la situación de los pobres y oprimidos y buscar lo mejor para su sociedad, estos profetas se atrevieron a ser una voz para los que no tenían voz en su tiempo y espacio, a pesar de la oposición, la incomodidad y los peligros (ver 1 Ped. 3:17).
 Sobre la base de nuestra interpretación del evangelio y el llamado a reflejar a Jesús ante el mundo, los adventistas del séptimo día también tenemos muchas cosas buenas que ofrecer para afrontar el mal en el mundo.
 Por ejemplo: “Los adventistas creemos que las acciones destinadas a reducir la pobreza y las injusticias que conlleva constituyen una parte fundamental de nuestra responsabilidad social como cristianos. La Biblia revela claramente el interés especial que Dios tiene por los pobres y lo que espera que sus seguidores hagan a favor de los desvalidos. Todos los seres humanos llevamos la imagen de Dios y somos receptores de las bendiciones divinas (Luc. 6:20). Cuando trabajamos en beneficio de los pobres, seguimos el ejemplo y las enseñanzas de Jesús (Mat. 25:35, 36). Como comunidad espiritual, los adventistas abogamos por un trato justo hacia los pobres, levantamos nuestra voz a favor de ‘los que no tienen voz’ (Prov. 31:8, NVI) y en contra de los que ‘privan de sus derechos a los pobres’ (Isa. 10:2, NVI) y participamos con Dios en ‘hacer justicia a los pobres’ (Sal. 140:12, NVI)” (Declaración adventista oficial sobre la pobreza mundial, 24 de junio de 2010).

 Lección 12 | Viernes 20 de septiembre

 PARA ESTUDIAR Y MEDITAR

 Lee “Una experiencia de índole superior”, en El ministerio de curación, pp. 403-413; “Nuestro deber hacia los desafortunados” y “El deber del hombre hacia sus semejantes”, en Testimonios para la iglesia, t. 3, pp. 561-585; y “Trabajando por Cristo”, en Testimonios para la iglesia, t. 2, pp. 22-35.
 “Podemos buscar por cielo y por tierra, y no encontraremos verdad revelada más poderosa que la que se manifiesta en obras de misericordia hacia quienes necesitan de nuestra simpatía y ayuda. Esta es la verdad tal como es en Jesús. Cuando los que profesan el nombre de Cristo practiquen los principios de la regla de oro, acompañará al evangelio el mismo poder de los tiempos apostólicos” (DMJ 16).
 “Un amor supremo hacia Dios y un amor abnegado hacia nuestros semejantes es el mejor don que nuestro Padre celestial puede conferirnos. Tal amor no es un impulso, sino un principio divino, un poder permanente. El corazón que no ha sido santificado no puede originarlo ni producirlo. Únicamente se encuentra en el corazón en el cual reina Cristo. […] Ese amor, cuando uno lo alberga en el alma, endulza la vida, y esparce una influencia ennoblecedora en su derredor” (HAp 440).
 PREGUNTAS PARA DIALOGAR: 
 1. Como hemos visto en el estudio de esta semana, el evangelio sigue siendo el modelo y la motivación para actuar en favor de los demás, como lo hizo Jesús en nuestro favor. ¿Cuánto ha expandido este tema tu comprensión y tu aprecio por las buenas nuevas de lo que Dios ha hecho por nosotros y en cómo nos muestra su amor?
 2. Alzar la voz por los que no tienen voz, participar en actividades pacifistas o similares, nos coloca en ámbitos públicos y políticos. Sin embargo, la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha sido defensora de la separación de la iglesia y el Estado. ¿Cuál es la diferencia entre una participación política inadecuada y hablar y trabajar en favor de la paz de manera pública?
 3. ¿Qué paso o medida que analizamos en el estudio de esta semana te gustaría adoptar en tu vida y en tu comunidad? ¿Cómo podrías lograrlo?
 4. ¿Por qué motivo relacionado con la maldad y la opresión en tu comunidad o en el mundo en general has decidido orar?
 Resumen: Ser seguidores de Jesús nos cambia la vida de muchas maneras, e incluso nos infunde entusiasmo para sumarnos a la preocupación activa de Dios por los pobres y los oprimidos. Si bien nunca será una tarea fácil ni popular, esto cambiará nuestras prioridades y nos motivará a adoptar medidas activas para curar el sufrimiento del mundo que nos rodea.

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